Al regresar al Colegio
de San Nicolás en 1779, obtuvo por oposición
la cátedra de gramática latina, y el 18 de octubre
del mismo año empezó a dar el curso de artes (filosofía).
Fue designado en agosto de 1782 para impartir la cátedra
de Teología. Como maestro de enseñanza superior
honra la rectoría y la cátedra del Colegio de San
Nicolás, siguiendo la huella luminosa de fray Alonso de
la Veracruz y de fray Francisco Javier Clavijero.
Los alumnos
le guardaban un gran respeto; ya que le llamaban el “señor
Maestro” y se descubrían ceremoniosos a su paso.
Como maestro en San Nicolás mejora los métodos de
enseñanza, introduce autores y textos modernos e imparte
la cátedra con un renovado sentido filosófico. Como
sociólogo practica y enseña todas las formas de
una nueva convivencia social: desde las reuniones que organiza
con entretenimientos y conciertos musicales entre sus amistades,
hasta sus justicieros decretos aboliendo la esclavitud y restituyendo
las tierras a los indios.
Culmina Hidalgo
en su afán crítico y renovador con la Disertación
sobre el verdadero método para estudiar Teología
escolástica, escrita en 1785. En ella, propugnando
una mayor atención a la historia crítica, propone
como textos mejores el del agustino Juan Lorenzo Berti y el del
Cardenal dominico Gotti. En enero de 1790 se le nombra Rector
de San Nicolás, el cargo docente de más jerarquía
a que podía aspirar, conservando los de profesor de Teología
y de Moral, Sacristán Mayor de Santa Clara de los Cobres
y Tesorero del Colegio.
Miguel Hidalgo permaneció diez años impartiendo
Teología en San Nicolás. Sus últimos años
de magisterio coincidieron con los cuatro primeros de la Revolución
Francesa: de 1789 a 1792.
Fue con seguridad el período más brillante de su
vida académica; su sabio consejo era oído invariablemente;
los estudiantes lo adoraban porque mejoraba sus condiciones de
vivir.
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