Hidalgo, Jefe de la Insurgencia

 

En Acámbaro fue proclamado Hidalgo Generalísimo: y con este motivo se nombró a Allende Capitán General; y Aldama, el P. Balleza, Jiménez y Don Joaquín Arias, fueron nombrados tenientes Generales; Abasolo, Ocon, los dos Martínez y otros varios, fueron nombrados mariscales de campo.

Al día siguiente salió todo el ejército insurgente para Maravatío y allí se le presentó a Hidalgo el Lic. Don Ignacio Rayón, a quién se nombró secretario de su gobierno.

De Maravatío siguió Hidalgo su marcha por la Hacienda de Tepetongo, a San Felipe del Obraje y allí lo alcanzaron las piezas de artillería que había mandado construir en Guanajuato, las que iban montadas en las ruedas de los coches de los españoles. Los conductores de las piezas llevaron la noticia de que Calleja había pasado por Dolores y que se le había unido el Conde del Jaral.

El Conde del Jaral era amigo de Hidalgo y estaba comprometido con él para la revolución, de donde habiéndose unido a Calleja para perseguir a los insurgentes, fue el primer traidor a la causa nacional.

De San Felipe siguió Hidalgo por la Hacienda de la Jorolana e Ixtlahuacana hasta Toluca. Venegas, sabedor de que Hidalgo se dirigía a la capital, destacó una columna para que lo contuviera, la que formo del régimen provincial de Tres Villas y algunos Dragones de España, nombrando jefe de esta división al Teniente coronel don Torcuato Trujillo. El 27 de octubre salieron estas fuerzas de México junto al Lerma.

Entre tanto Hidalgo, que tuvo noticia de la posición que guardaba en el Lerma el ejército español, se dirigió de Toluca a Santiago Tianguistengo para pasar el Río por el Puente de Atenco y envolver a Trujillo.

Al amanecer tuvieron el enfrentamiento, dirigiendo Allende la batalla, y aunque lograron la retirada contraria, los insurgentes perdieron mucha gente, especialmente de los indios. Siguió Hidalgo su marcha hasta la Hacienda de Cuajimalpa y al llegar a la Venta, mandó disparar dos cañones para ver si el enemigo estaba allí; pero éste había avanzado hasta Santa Fe y llegado a Aculco. Al retirarse de Aculco, Hidalgo y Allende tomaron rumbos diferentes; Allende se dirige hacia Maravatío a donde llega el día 8 de noviembre y, al día siguiente llega a Acámbaro, el 10 a Salvatierra, el 11 a Valle de Santiago, el 12 a Irapuato, sin haber tocado a Salamanca y el 13 entra a Guanajuato. Hidalgo por su parte de Aculco se dirige a la Villa del Carbón, atravesó el distrito de Amealco y tomando por el camino de los Molinos de Caballero, penetró por la jurisdicción de Coroneo a la provincia de Guanajuato, y tomando por la Hacienda de Juan Martín, llegó a Celaya ocupándose allí de levantar y organizar su ejército; salió de Celaya por Amoles Jaral, Cañada de Chilapa, San Jerónimo, Andaracua, hasta Uriangato. Pasó por Cuitzeo y Tarimbaro y entró a Valladolid, al medio día por el Valle de Santiaguito. Al llegar allí se encontró con la noticia de haber entrado don José Antonio Torres a Guadalajara y de las disensiones que había entre los jefes que ocupaban aquella ciudad. Atendiendo a esto, el día 17 salió para Guadalajara dejando ordenado el degüello de los españoles que se verificó el siguiente día.

Sabedor Allende que Calleja avanzaba hacia Guanajuato y no contando con fuerzas ni elementos suficientes para sostenerse, solicitó auxilio de los jefes que acababan de pronunciarse en San Luis Potosí y de los que andaban en Jalisco, y el día 19 escribió a Hidalgo la carta siguiente:

“Sr. Generalísimo Hidalgo y Costilla.- El ejército de operaciones al mando de Calleja y Flon, entra por nuestros pueblos conquistados como por su propia casa;- No debemos, pues desentendernos de la defensa de estas plazas tan importantes, ni de la destrucción de dicho ejército."

Ni Iriarte ni ninguno de los otros jefes a quienes Allende había mandado llamar en su auxilio, llegaron a Guanajuato y éste se vio en la necesidad de defender la plaza con los únicos elementos que había podido reunir.

El 23 de noviembre llegó Calleja al Rancho de Molineros y al día siguiente intentó un reconocimiento por la Cañada de Marfil; pero los insurgentes comenzaron a hacerle fuego con su artillería desde Rancho Seco, por lo que se vio precisado a emprender el ataque a la plaza que tenía determinado efectuar al día siguiente; y para este fin dividió su ejército en dos columnas de las que una puso a las ordenes de Flon y de la otra tomó él el mando.

La falta de armas y de municiones de los insurgentes y, sobre todo, la falta de jefes y disciplina le dio el tiempo a Calleja, quien en 6 horas llegó a Valencia, mientras que Flon ocupaba las alturas, habiendo perdido los insurgentes muchos hombres, según el parte dado por el Cura de Marfil, encargado de enterrar los cadáveres.

Sabida la derrota de los insurgentes, la plebe comenzó a reunirse en las inmediaciones de Granaditas e instigados por el negro Lino, platero originario de Dolores, se echaron sobre la guardia que custodiaban los españoles, presos, en aquel edificio y degollaron sin piedad a la mayor parte de los europeos.

Allende, que había salido ya de la ciudad, tuvo noticia de lo que pasaba en Granaditas y se volvió para contener la plebe; pero fueron infructuosos sus esfuerzos, y se retiró a la mina de Chichíndaro, y el día 25 rompió el fuego sobre Calleja con un cañón que había colocado en el cerro del Cuarto con lo que pudo impedir el avance de Calleja y proteger la retirada de su tropa; desmontada la pieza de Allende por la artillería española, éste se fuga a reunir con su gente que le llevaba la delantera y se dirigió con ella a San Felipe.

Por su parte Hidalgo llegó a Atequiza el 24 de noviembre, allí lo esperaban 24 coches con las autoridades de Guadalajara, el día 26 hizo su entrada, aquí organizó Hidalgo su gobierno nombrando ministros de “gracia y justicia” y presidente de la Audiencia de Guadalajara, al joven abogado de don José María Chico, oriundo de Guanajuato, y nombró secretario de Estado y del Despacho al Lic. Don Ignacio López Rayón, que, como hemos visto, se le incorporó en Maravatío a su paso para Toluca y desde luego lo nombró su secretario.

El día 12 de diciembre llegó Allende a Guadalajara y fue recibido por Hidalgo con gran pompa y marcadas muestras de aprecio, sin manifestarse ofendido por las disensiones que había entre ambos.

Al día siguiente, 13 de diciembre, de común acuerdo Hidalgo y Allende nombraron “plenipotenciario y embajador” en los Estados Unidos a don Pascasio Ortiz de Letona, dándole poderes para que ajustara y arreglara con el gobierno de aquella nación una ofensiva y defensiva, tratados de comercio útil y lucroso para ambas naciones y cuanto más conviniese a la felicidad de ambas.

Este nombramiento lo firmaron Hidalgo, Allende, los Ministros y la Audiencia; pero la misión de Letona fracasó, porque habiéndose éste dirigido a Veracruz en busca de algún buque en qué hacer el viaje a Estados Unidos, al pasar por el pueblo de Molango como le faltara moneda de plata para sus gastos se vio precisado a cambiar una onza de oro, por lo cual y por caminar solo se le hizo sospechoso a la justicia de aquélla población de la Huasteca, quien lo mandó aprehender, y registrado su equipaje se le encontró oculto en los lomillos de su mula el nombramiento de embajador, por lo que se le remitió a México, pero al aproximarse a la capital se envenenó con un tóxico que llevaba oculto y su cadáver fue sepultado en la Villa de Guadalupe.

Con la toma de Guadalajara se hizo Hidalgo de uno de los elementos más poderosos para fomentar y propagar la revolución, apoderándose de la imprenta que allí había, la que aprovechó desde luego haciendo publicar un periódico con el nombramiento de: "El Despertador Americano" cuya redacción encargó al Dr. Maldonado; hizo imprimir y circular con profesión la contestación de que en Valladolid dio al edicto de la Inquisición, y multitud de proclamas y decretos. Se dedicó empeñosamente a aumentar y organizar su ejército para ponerlo en condiciones de afrontarse con el de Calleja que esperaba lo atacaría en breve.

El día 12 de diciembre dieron principio las ejecuciones de españoles, como se había hecho en Valladolid, en la noche de ese día fueron sacados de su prisión que lo era el Colegio de San Juan, por Alatorre y Marroquín, por órdenes de Hidalgo.

Hidalgo tuvo noticias de los progresos que hacía la revolución en San Luis Potosí y las provincias comarcanas y dio el mando de ellas a Don Mariano Jiménez, quien marchó al Saltillo.

Supo Hidalgo que se movía contra él Calleja, que venía de León y Cruz del rumbo de Toluca, y para resolver lo que debería de hacerse en tal situación, reunió una junta de guerra y ante ella expuso su plan que consistía en marchar con el grueso de su ejército al encuentro de Calleja; tomar a éste al mismo tiempo por la retaguardia, moviéndose al efecto Iriarte con la gente de Zacatecas, e impedir la reunión de Cruz con Calleja, situando en el camino que aquél debía seguir, un cuerpo de tropas suficientes para embarazarlo.

Cruz salió de Tlazazalca el día 14 y, al llegar al puerto de Urepetiro, vio que la fuerza de Mier ocupaba aquella ventajosa posesión: pero sin detenerse dispuso el ataque y venciendo los muchos obstáculos que presentaba el terreno, dispuso ocupar a un tiempo las mismas posesiones que ocupaban los insurgentes y en hora y media de enfrentamiento, quedó dueño del combate y de toda la artillería y bagajes de los insurgentes, que huyeron hacia Zamora, habiendo perdido gran cantidad de su gente.

El día 26, habiendo tenido noticias Hidalgo de la derrota de Mier en Urepetiro, resolvió salir a atacar a Calleja antes de que Cruz pudiera reunírsele y con este fin levantó su campo del puente de Guadalajara para ir a ocupar la ventajosa posición del puente de Calderón antes que Calleja lo ocupara o lo pasara para llegar a Guadalajara.

El día 17 de enero de 1811, se dejó ver el ejército de Hidalgo ocupando una loma escarpada de bastante elevación, Calleja decidió atacar al ejército insurgente sin esperar la llegada de Cruz; se libró entonces una feroz batalla en la cual, la pérdida de los insurgentes fue muy considerable. Después de esta derrota se dirige Hidalgo a Aguascalientes en donde se le incorporo Iriarte con mil quinientos hombres que tenía a sus órdenes y juntos se dirigieron a Zacatecas; pero en la Hacienda del Pabellón fueron alcanzados por Allende, Arias, Abasolo y otros jefes. Con los que siguió su marcha a Zacatecas.

Habiendo salido de Zacatecas a principios de febrero, el ejército, con dirección a Saltillo, fue pasando por Ojo Caliente, Carro, San Salvador, Salinas del Peñón Blanco, Cruces, Hacienda de Guanamé, e hizo su entrada a Matehuala, poblado de cierta importancia donde Hidalgo procuraría fijar las posiciones de sus partidarios y del enemigo.

Apenas llegados a Matehuala con un contingente de dos mil hombres, Allende procuro comunicarse con Jiménez. Hidalgo por su parte salió con el ejército rumbo a Saltillo haciendo su entrada en marzo.

El 15 de octubre el Obispo Marín de Porras formuló una pastoral excomulgando a todos los que prestaran ayuda a los insurgentes. A los pocos días de llegado Hidalgo a Saltillo presentó éste su renuncia como jefe del ejército insurgente, sin duda para legalizar en cierto modo lo que por la fuerza se había hecho en Pabellón, la que discutida en junta formal de jefes y oficiales a que fue preciso convocar, quedó aprobada, y acto continuó se trato de elegir a quien le substituiría, recayendo por unanimidad el nombramiento, en la persona de Allende, sin que perdiera el Cura el tratamiento y los honores de Generalísimo. Después de este acto se trasladaron todos a las Casas Reales en cuyos balcones recibió el nuevo jefe general las aclamaciones del Pueblo.

 

 
 
 
 
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